LA NEGRA INÉS
Yo tuve una abuela que le decían la Negra Inés. Una negra despampanante,
famosa en todo el llano. Han pasado casi cien años y todavía la recuerdan
poetas del llano: la Negra Inés, la de la casa del semeruco, cerca de la
iglesia. ¡Ah!, eso suena a recuerdo bonito, profundo y lejano.
Dicen que la Negra Inés, mi bisabuela, era hija de un africano que pasó
por aquellos llanos. No es que dicen, es que era verdad, porque cuando cien
personas dicen lo mismo en un pueblo pequeño, es verdad. Aunque quizás yo nunca
sabré el nombre de aquel abuelo africano, que era de los Mandingas. Así que yo
termino siendo un Mandinga. La Negra era la madre de mi abuela Rosa Inés Chávez, que nació entre
india y negra. Porque, ¡mira!, el papá de mi abuela, de Rosa Inés, fue un italiano que se levantó a la Negra Inés
y vivieron un tiempo juntos. Tuvieron a Rosa Inés y a Ramón Chávez, que lo
recuerdo. Yo lo vi morir. Murió de un ataque, como decían antes. El tío Ramón me
hacía los papagayos. Estaba muy enfermo en un chinchorro y me dice: “Huguito,
ayúdame a ir al baño, que estaba allá atrás, el excusado, pues. Yo lo llevo y
le digo: “Tío, aquí es”. Y no, él siguió y llegamos casi a la cerca. Él no veía
y cayó. Salí corriendo a llamar a la abuela: “Mamá Rosa, mamá Rosa, mi tío, tiene
un ataque”. Cuando vino un médico, que consiguieron no sé dónde, ya estaba
muerto mi tío Ramón Chávez.
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